Monday, October 23, 2006

Re-definiendo lo autobiográfico: A la salud de la serpiente de Gustavo Sainz

Por Joel Hancock

La autobiografía, anteriormente conocida como “el oscuro continente de la literatura” debido a la escasez de atención recibida, se ha convertido en el objeto de notable investigación e interés. Basada en las memorias y confesiones (término que proviene de finales del siglo XVIII), la autobiografía está recibiendo una gran atención y estudio en los últimos años . Debido a esta nueva actividad crítica, el género se ha convertido en un tema de discusión académica y análisis exhaustivo que han resultado en una nueva definición del término. A la Salud de la Serpiente (1991), obra del escritor mexicano Gustavo Sainz, contribuye, como veremos, a esta re-definición.

Tradicionalmente la autobiografía era considerada como una representación o imitación del propio ser, y se concedía un alto valor a los conceptos de “verdad” y precisión histórica. Esta visión restrictiva simboliza las opiniones sostenidas en el pasado, básicamente que se trataba de un subgénero porque no tenía la flexibilidad de los géneros de ficción (como la novela o el cuento). Sin embargo, la autobiografía ha conocido múltiples variedades expresivas a lo largo de los años. Desde San Agustín hasta Benjamín Franklin, Rousseau, Malcom X, o Maya Angelou, una gran variedad de estrategias narrativas han servido para describir el “yo”, y hoy en día se incluyen en el debate las llamadas “nuevas autobiografías”, como las Antimemorias de Andre Malraux., que significan una “transgresión de las estructuras genéricas” . Del mismo modo, muchos críticos han desarrollado nuevas perspectivas de valoración del término. Los especialistas distinguen ahora pocas diferencias entre lo autobiográfico y los modos ficticios, y cuestionan creencias anteriores en la autobiografía como un relato imparcial y objetivo de la vida del autor. Un ejemplo de esto se encuentra en las hipótesis post-estructuralistas. Teóricos como Derrida, Barthes, y Foucault han supuesto que el texto tenga su propia existencia, y que el autor es una parte integral de su texto/creación/ficción . Ultimamente se está dando un mayor énfasis al estudio no solo del propio descubrimiento del autor, sino también a la propia creación, al texto en sí –la estructura, el estilo, etc. Muchos estudiosos coinciden en considerar la autobiografía como una forma orgánica y dinámica: es un “modo único y auto definitorio de expresión autoreferencial” (Renza 295). Las autobiografías son a la vez una representación de la vida y una obra de arte .

En las letras Hispanoamericanas la autobiografía ha recibido escasa atención. Aun así el número de obras autobiográficas publicadas no es pequeño (Sylvia Molloy hace una lista de aproximadamente cincuenta cultivadores del género en la bibliografía de su libro sobre la autobiografía hispanoamericana: 256-66). Salvo algunas excepciones, como Sarmiento y Vasconcelos, la autobiografía es considerada como secundaria o de segunda fila en la producción de los autores latinoamericanos (por ejemplo, Darío, Gómez de Avellaneda, Neruda, y Rojas).

Cambios e innovaciones se han venido desarrollando a la vez que la forma autobiográfica ha capturado y absorbido al lector moderno. A la Salud de la Serpiente de Gustavo Sainz es un buen ejemplo de la nueva concepción de autobiografía que transciende las barreras tradicionales del género. La obra - considerada como novela por los editores y como “proyecto narrativo” por el mismo Sainz-, se compone de correspondencia epistolar, reportajes de prensa, y discurso narrativo . En el nivel más básico A la salud de la serpiente es una crónica de experiencias, ideas, y estados de ánimo de su protagonista, Gustavo Sainz, que forma parte del Taller Internacional de escritores de la Universidad de Iowa durante el curso de 1968-1969 . Consigue una beca de la Fundación Ford para terminar su novela Obsesivos días circulares, pero sus energías se centran en la interacción con otros artistas y literatos del programa, examinando las costumbres y la cultura del nuevo ambiente en el que esta ahora inmerso, escribe a sus amigos, a sus colegas profesionales y comienza una romántica relación sentimental con una estudiante universitaria . Se obsesiona con el malestar general y la atmósfera opresiva como un expatriado en la ciudad de México y se atormenta con los sangrientos sucesos que rodean a la masacre de Tlatelolco el 2 de Octubre. Su ausencia de México induce estados mentales de inseguridad y aprehensión, e incluso depresión.

Aunque tratado como novela, la obra claramente se ajusta a la definición moderna de autobiografía tal y como aparece en Le pacte autobiographique de Phillipe Lejeune: Es “un relato retrospectivo en prosa que una persona hace de su propia existencia enfatizando su vida individual y especialmente la historia de su personalidad” . Sin embargo, A la salud de la serpiente ofrece más que una presentación de las experiencias del autor o la valoración de un año fatídico en la historia mexicana. Es, además, un estudio de la psique del hombre y del proceso creador, más aun, es un tratado que contiene teorías y juicios sobre el arte -las artes plásticas, la música, el cine, pero sobre todo, la literatura y la manipulación del lenguaje. La complejidad de esta múltiple actividad narrativa se refleja y se subraya, en un estilo típicamente postmodernista, en su poco convencional montaje, una estructura que incorpora material documentario como cartas y artículos periodísticos en el texto. Es la fusión de estos elementos, la variedad de los sucesos narrativos, además de las dimensiones formales, que se combinan para producir nuevos y originales ejemplos del género autobiográfico.

Como se dijo antes, desde Septiembre 1968 hasta Mayo 1969, Sainz residió en la ciudad de Iowa, Iowa. Este año es especialmente notable por el malestar general y las revueltas estudiantiles: la revolución de Mayo en Francia, las manifestaciones en capitales europeas como Praga y Berlín, y las protestas en contra de la Guerra de Vietnam en las ciudades y campus universitarios por todos los Estados Unidos. Sin embargo, la agitación en México, que culminara en la masacre de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el 2 de Octubre de 1968, es lo que más profundamente afecta y alarma a Sainz. Su ausencia del país le causó sentimientos de impotencia y frustración; las noticias del suceso tal y como se recibían en el extranjero no eran fidedignas, y el se tenía que basar en las cartas y las llamadas de teléfono de amigos para conseguir una información más detallada de lo que estaba ocurriendo.

Con estas fuentes como base y ayudado de su imaginación, Sainz trata de reconstruir la “tragedia histórica”: “intenta imaginar la Plaza de las Tres Culturas, de recrear la catástrofe.” Sainz ofrece una versión vivaz de estos episodios tormentosos: describe la crueldad y la violencia de la Armada y denuncia al gobierno por la orquestación y el sucesorio encubrimiento de las atrocidades. Hasta la fecha Sainz sostiene que la justicia no ha prevalecido y muchos puntos permanecen aun sin respuesta y sin ser aclarados: ¿cuánta gente fue asesinada en realidad?.

El incidente de Tlatelolco ha convertido a la ciudad de México en una jungla de asfalto carnívora según Sainz. El país ha sido devastado y su juventud destruida. En verdad la serpiente del emblema nacional se ha convertido en un símbolo adecuado del México de 1968:
Como serpiente mordiéndose la cola… el 68 todavía no terminaba y ya estaba demasiado cargado de veneno y supuraba recuerdos demasiado iracundos y desagradables…, el año 68 estaba lleno de muerte y desgarramientos y chispas y gritos, de dedos que acusaban y políticos que sonreían, de frustraciones y lamentos, de confusión y autoritarismo… las calles del 68 permanecían llenas de sangre, abusos y manipulación informativa, siempre iban a estar llenas de sangre. (432-33)

Así pues en A la salud de la serpiente Sainz ha escrito una historia y el tema de esta historia se repite continuamente en el texto. El libro comienza con citas de Octavio Paz y Carlos Fuentes que representan la historia como limitada o defectuosa. Después de todo, como Sainz dice parafraseando a Levi-Strauss, los hechos históricos se constituyen a través de una abstracción creada por historiadores que seleccionan y editan, neutralizando consiguientemente la verdadera historia (95). Por lo tanto, Sainz encuentra “microhistorias” e “infrahistorias” y las escribe – su historia personal con sus múltiples derivaciones- que constituyen una representación de los hechos más válida:

Su historia personal, tan difícil de aprehender, tan verdaderamente incontable, no la historia que avanzaba masticando con sus dientes cariados, chorreando sangre, sino las historias que contaban sus amigos y se enredaban tan bien con la suya, su microhistoria, su infrahistoria con las voces de sus amados cómplices, que sonaban realmente distintas, completamente diferentes a las voces de los borrachos o los verdugos que estaba acostumbrado a oír, distintas, bien distintas, completamente distintas de las voces de los mentirosos sonrientes que hablaban desde la televisión y los periódicos. (157)

El año 1968 fue también un año decisivo para la evolución de Gustavo Sainz como escritor. Estaba escribiendo su segunda novela, y en A la salud de la serpiente trata lo que espera conseguir con esta novela, discute los problemas a los que se enfrenta en la elaboración del argumento, y medita sobre temas técnicos que requieren una solución. Le preocupa especialmente la selección de un título apropiado y se debate entre cuatro candidatos: Adolescente rostro perseguido, Entienda quien pueda, Años fantasmas, y finalmente, Obsesivos días circulares. Así pues A la salud de la serpiente funciona también como relato acerca de la composición de Obsesivos días circulares, siguiendo la tradición de autores que escriben en sus diarios acerca de sus novelas, como Andre Gide y Thomas Mann. Reflexionando acerca de las fuentes de sus novelas, Sainz nota la cantidad de material basado directamente en su propia vida: “esas líneas, a veces crípticas, a veces felices, demasiado felices, habían salido de su entorno biográfico” (66). De hecho mucho de lo que se refiere a creación de Obsesivos días circulares, se puede también aplicar a A la salud de la serpiente.

Al hablar de sus frustraciones hacia el proceso de creación de su novela, Sainz se centra en la literatura en general y los temas más característicos: teorías de la novela, la práctica de la escritura, el público lector, la crítica mexicana, las editoriales, la censura, etcétera. Sainz cita autores y obras europeos, norteamericanos, y latinoamericanos - de hecho provee amplia documentación de sus lecturas durante el año 1968-69-, y muestra sus propias impresiones en lo que se refiere a novelas en particular y a veces ofrece análisis profundos de ciertas obras, tales como 62. Modelo para armar de Cortázar. Además de este, Lezama Lima, Guimaraes Rosa y Asturias son calificados por Sainz como “nuestros mejores novelistas de hoy” (482). Entre lo autobiográficos cita a Thomas Wolfe, Henry James, Malcom X y Simone de Beauvoir. Curiosamente, las Antimémoires de Malraux le parecen a veces aburridas, obsoletas y hasta irritantes debido a su digresión, bastante en consonancia con el estilo de A la salud de la serpiente, en un amplio abanico de temas, “como cuando habla de arte y la mística, del mundo y la muerte” (109).

Esta actividad de definir la forma de la novela y describir esfuerzos literarios variados es particularmente interesante cuando se relaciona con el proceso creador del propio Sainz. Dedica muchas páginas a explicar por qué escribe. El declara que el acto de escribir es una función auto reveladora, un deseo de encontrarse a sí mismo, “narrar, reconstruir, o mejor constituir una nueva realidad para encontrarse a sí mismo íntegramente” (472). Sin embargo, en esta auto búsqueda todas las dimensiones de su ser se ponen al descubierto -lo bueno y lo malo, lo conocido y lo desconocido, lo placentero y lo doloroso:

Como si mediante la escritura lograra rescatar lo irreparable que había sido, lo estúpido o lo brillante, o lo anodino o lo prejuicioso que había sido, como si, mediante el lenguaje pudiera llegar a conocer mejor algo que no conocía del todo, o para decirlo simbólicamente, como si escribir le permitiera cerrar algunas cicatrices de sus innumerables heridas, digamos que en principio para cauterizarlas, pero también par mantenerlas abiertas, para mirarlas mejor, con morbosidad… .(69)

Sainz es consciente de su escritura como fuente autobiográfica y contempla su creación literaria como un seguro material del que se pueden extraer pensamientos y acciones pasados:
Escribir entonces para que no se pierda casi nada, para recordar, o para olvidar con confianza, con la confianza de que uno puede en cualquier momento volver atrás y ver y encontrarse en su cuaderno de bitácora veinte o mas años después, muchos anos después, escribir entonces para leerse a uno mismo, porque a veces sentía la extraña necesidad de poseer, de reposeer si era preciso, su historia biográfica, quería reunir todos los incidentes, absolutamente todos los incidentes, o por lo menos la mayoría de los incidentes, y desde luego el drama interior, la narración, la suya, la de sí mismo… (73-74).

La escritura sirve para muchos propósitos según Sainz, y a lo largo de A la salud de la serpiente, recoge a veces en forma de letanía, las razones para su participación literaria. Escribir facilita el proceso de vivir y entender, le permite mostrar una realidad más ordenada y creíble. El escribe para ser reconocido, o para esconderse, incluso para confundir. Escribir es también una fuente de liberación terapéutica: le permite soñar, o perderse, o exorcizar fantasmas, u olvidar. Sainz identifica su esencia y existencia con su escritura; es una experiencia a través de la cual consigue una unión mística: “su placer estaba en la escritura, entonces su placer estaba en escribirse, en llegar a ser el mismo escritura…” (80).

Además de mostrar sus razones personales para escribir, Sainz también describe su propio modo de escribir y detalla su método preciso y disciplinado, que él compara con el modus operandi de Thomas Wolfe. Sainz ataca encarecidamente las obras contemporáneas que pretenden ser “psicológicas” o “realistas”, historias que están aun forjadas en los moldes del siglo XIX. Sainz confiesa que 'el nunca escribiría una novela tradicional y se define a sí mismo como lo que los críticos hoy denominarían un autor postmoderno, uno que no tiene intención de reflejar la realidad y que acepta que el lenguaje es la única realidad posible. Se ve a sí mismo como perteneciente al grupo de escritoresque conciben que en nuestros días toda narración trabada, todo relato circunscrito, toda novelización estructurada, solo puede proceder de la perversión (como dice Jordi Llobet), de aquella ilusión tradicional fundada por el arte de la verosimilitud occidental, o sencillamente, de la pereza, cuando no de la franca estupidez, es decir, escritores que no intentan mostrar la realidad posible la de la lengua,…que ven el mundo desarticulado, permanentemente mentido, contradictorio, inaprehensible, excesivamente complejo e imperfecto, pleno de vacíos y roturas, y lo presentan como tal…yo trato de integrarme a este último grupo de escritores…(26)

Este reconocimiento de la supremacía del lenguaje es evidente en A la salud de la serpiente tanto en postulados teóricos como en el propio uso del lenguaje en la narración. En estas novelas, Sainz dice, el lenguaje es otro personaje. El se muestra embelesado ante la eficacia del lenguaje y mantiene que el ejercicio del lenguaje es el poder que confiere eminencia a la literatura. Esta predilección aflora en la evaluación de escritores, como en el caso Guimaraes Rosa, “ese monstruo del lenguaje” (485).

De hecho la prosa de A la salud de la serpiente se caracteriza precisamente por el lenguaje con fuerza. Es una expresión neo-barroca –densa, enciclopédica, y sintácticamente retorcida. En varias ocasiones Sainz describe el lenguaje como una corriente, un río en el que se sumerge, y finalmente, como ya ha expresado antes, se fusiona con él:

hundirse en la corriente del lenguaje, para sentir correr el río del lenguaje, para ser envuelto por el río del lenguaje, para perderse en ese río, o para encontrarse, o para que lo encontraran… lanzarse en ese río del lenguaje, en llegar a ser el mismo escritura. (86)

A la salud de la serpiente es un modelo de la “novela río” que Sainz reivindica. Continuamente escrutina el lenguaje según escribe prefiriendo palabras “que no se usen, o que se usaban poco, o que resultaban cuestionables, o incluso agresiva, o incluso hasta pecaminosas, y sobre todo poco literarias” (299). Esta representación singular de palabras, este torrente de lengua, empapa las páginas del libro. El siguiente ejemplo, citado solo parcialmente, es una descripción del invierno en la ciudad de Iowa:

Había demasiada luz, una restallante blancura, el cielo intensamente azul con algunas nubes aborregadas, barrocas, imponentes como palacios de invierno zaristas, densas, algodonosas, la playa del estacionamiento como encendida por la nieve, la blancura extendiéndose impoluta hasta los árboles al margen del río, y luego más allá, hasta donde alcanzaba la vista, un poco azulosa, un poco excesiva, la ciudad como una maqueta de juguetería, una maqueta que representara el invierno, las casitas frágiles sumidas en la nieve impoluta, inocente y silente, con sus techos de dos aguas totalmente blanqueados, como si se dispusieran a renacer, apenas dibujadas, esbozadas sobre la página en blanco del mundo, el peso de la nieve sobre las ramas sin hojas de los árboles, y los árboles sacudiendo mojones nevados de vez en cuando, sus cuerpos inocentes también, como si todavía no hubieran nacido, pero en un vientre si no hacia el vientre, embrollo de cabellos, masa de pelos húmedos en el vientre, vientre contra vientre, ni ahítos ni hartos, ombligo cálido contra ombligo cálido, mejor sería decir, coincidentes, oscilando de lo desmesurado a la mesura, se volvían hacia sí mismos y volvían a caer en el vientre, los dos como un solo cuerpo (dos perros pegados), un solo organismo polimorfo y perverso, anómalo, bicéfalo…(328)

Este ejemplo representativo de la narración de A la salud de la serpiente viene moldeada por un aluvión verbal de imágenes enérgicas. A veces en secuencia lógica, a veces en asociaciones libres, los conceptos son imaginativos, audaces metáforas que evocan percepciones sensoriales. El flujo de palabras es rítmico y pulsativo, repleto de rimas internas y aliteraciones.

Una característica distintiva del género autobiográfico que requiere análisis en el caso de A la salud de la serpiente es su dimensión temporal. Un escritor autobiográfico escribe después de que los hechos narrados hayan ocurrido y a veces el espacio de tiempo transcurrido puede ser grande. Tal es el caso de A la salud de la serpiente, en el que veinte años han pasado hasta que los hechos son recogidos. En este aspecto Erik H. Erikson insiste en que consideremos tanto el tiempo real de la escritura como el tiempo de los hechos. Gustavo Sainz, el autor, escribió y publicó su trabajo en 1988, exactamente veinte años después del tiempo de la historia narrada.
La tensión de lo que Georges Gusdorg denomina “el presente vivido” versus “el pasado narrado” se reconoce casi inmediatamente en el texto (41). Los autobiógrafos saben por definición cómo la historia termina, y precisamente se llama la atención del lector en numerosas ocasiones, a veces como una aposición, del hecho de que la obra haya sido compuesta veinte años más tarde. De hecho las anacronías se dan en muchas páginas. Hay muchos ejemplos de artificios prolépticos: se hacen alusiones, por ejemplo, a hechos que ocurrieron entre 1968 y 1988, tales como el terremoto destructivo de 1985 o la publicación de La noche de Tlatelolco en 1971. Esta visión retrospectiva de veinte años confiere un tono nostálgico. Una versión moderna del ubi sunt traspasa el texto, y las palabras de la canción de Mary Hopkins, famosa en 1968, sobresalen como el leitmotif a lo largo del texto: “those were the days, my friend”. Sainz recoge sus sentimientos ex post facto: el impacto emocional de 1968 no ha desaparecido tras dos décadas.

En lo que resulta ser una actividad de auto descubrimiento, el alejamiento en el tiempo y la distancia le permite a Sainz analizar las experiencias y “sacar conclusiones de su pasado” (67). Se refiere a su “reescritura”de lo ocurrido en 1968 cuando se encontraba autoexiliado una vez más en Los Estados Unidos: “estaba reescribiendo otra noche de invierno en Albuquerque, Nuevo México, 20 años después” (448). Sainz no es la misma persona que era hace veinte años y el revivir de algún modo el pasado es importante para el presente. Louis A. Renza se refiere a esto y dice que “la autobiografía es el intento de facto del escritor de elucidar su presente mas que su pasado” (271).

Sainz valora el impacto de Tlatelolco veinte años después. La justicia no ha prevalecido ni siquiera ahora: “se hubiera asombrado de comprobar que 20 años después, al mismo tiempo que el PRI trataba de apropiarse del movimiento estudiantil, todavía no conocían ni el número de muertos de la noche del 2 de Octubre” (654). El confiesa que el hecho de haber estado lejos de México durante la masacre de Tlatelolco le provoca molestia y angustia; se siente: "desconcertado entre la irritación y el disgusto y la impotencia y la distancia que lo separaba de México…del 2 de octubre de 1968, el allá, tan lejos y tan cerca” (103). Así pues, veinte años más tarde él reconstruye lo que pasó en la Plaza de las Tres Culturas con minuciosidad. Se incluye a sí mismo en la acción y posiblemente calma los remordimientos que pudo haber sentido por estar ausente.

Una de las características más sorprendentes de A la salud de la serpiente como autobiografía es la focalización. Como el material citado ilustra, la obra se escribe desde la perspectiva de un narrador en tercera persona, por lo tanto, se desvía de lo que generalmente se considera la forma tradicional de la autobiografía. Se ha escrito mucho acerca de la desaparición del “yo” en La educación de Henry James, y esto es igualmente aplicable a A la salud de la serpiente. John Pilling afirma que “la tercera persona arroja ‘Adanes’ ante nuestros ojos de una forma más decisiva de lo que la primera persona puede hacer”, una frase que también es válida para A la salud de la serpiente (10). Más aún, la narración en tercera persona confiere la ilusión de que no se trata de una autobiografía típica más, sino una “transcripción no-auto consciente de la vida [del autor]”(Renza 286). Este afrontamiento del narrador comunica un efecto de objetividad. La negación de un “yo” que induce a algunos lectores a creer que se ha borrado algún mecanismo que fomente una engañosa “sinceridad autobiográfica”. Como dice Jean Starobinski, “ al eliminar el “yo” de la narración [el autor] está eliminando el mecanismo por el cual muchos autobiógrafos pueden esconderse y colarse dentro de una invención de ficción”(75).

Sin embargo, A la Salud de la Serpiente, no es consistente en la técnica del punto de vista: hay varias rupturas de la narración en tercera persona. La mayoría de las veces estos breves lapsus hacia un modo autoreflexivo emergen en los textos de las cartas que Sainz ha escrito o en las conversaciones con amigos. En una ocasión en particular le piden dar una charla describiendo su vida y logros literarios a sus colegas en el taller de escritores. Lo que surge es una versión de la autobiografía de Sainz publicada en 1966 en la serie Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos: se trata de una autobiografía dentro de una autobiografía (5-62). Este notorio y original ejemplo de encaje de un texto autobiográfico dentro de otro llama la atención del lector hacia un nuevo modo experimental en la autocreación. La técnica subraya la naturaleza fragmentaria y ecléctica de A la salud de la serpiente.

En los ejemplos más irregulares -aquellos que no tienen explicación narrativa lógica- Sainz juega claramente con el concepto de autobiografía, cambiando el “yo” en giros parentéticos (299) e incluso aludiendo a la práctica: "oscuramente pienso que esa carta podía formar parte de una posible novela o de un libro de cartas… y que entonces alguna vez estaríamos nosotros leyéndolo”(122). Confiesa “que él mismo se sentía con frecuencia como personaje de novela” (296) pero después considera escandaloso el egocentrismo de los artistas.

La alteración de la voz narrativa homogénea tradicional queda subrayada por la misma estructura de la obra. El diseño es predominantemente tripartito, con secciones alternas formadas por artículos de periódicos, cartas, y la principal división del libro –la narración en tercera persona de las actividades de Gustavo Sainz en Iowa, muchas de las cuales han sido discutidas antes. Estos “estilos cambiantes” (o “pluralismos estilísticos”), como Renza denomina las mutaciones, no ponen en peligro a la forma autobiográfica como uno podría pensar en un principio. Este eclecticismo dota al autobiógrafo de una multitud de canales para la autorepresentación; además le da un mecanismo para la retirada de la acción concentrada. Para Sainz la diversidad de la formación estructural se justifica cuando un equilibrio apropiado se mantiene: “porque el libro al final tenía que responder a cierto equilibrio, a cierto orden de composición, a cierto balance”(67).

Los constituyentes primordiales del texto se combinan para presentar un retrato más amplio y complejo del sujeto autobiográfico. El material periodístico que se incluye, por ejemplo, se centra en la recepción de las obras de Sainz, específicamente en el escándalo que causó su primera novela, Gazapo. Los catorce artículos que se reproducen del periódico El mexicano de Mexicali, Baja California, los cuales aparecen esporádicamente en Noviembre de 1968, reportan la controversia creada cuando un pasaje de Gazapo se leyó en alto en una clase de un colegio privado. Individuos rectos y ofendidos exigieron que se expulsara al instructor y que se prohibiera la novela. Los artículos aparecen en A la salud de la serpiente, y hacia el final, Sainz cuenta que recibió un paquete misterioso con las tiras del periódico. Sainz se muestra a la vez agobiado y enfadado, no solamente por las peticiones de censura, sino también por los epítetos increíblemente hostiles que se le dirigieron.

El material epistolar es otro elemento que sirve como unidad estructural en A la salud de la serpiente. Se incluyen numerosas cartas de novelistas (Carlos Fuentes, José Donoso, Fernando del Paso), críticos (Emir Rodríguez Monegal), editores (Jorge Alvarez), agentes (Carmen Balcells), y buscadores de consejo (Beatriz de Moura). Sus correspondencias ayudan a formar una perspectiva panorámica completa de la vida de Gustavo Sainz, particularmente su relación con el mundo literario. Las cartas de sus amigos íntimos son especialmente importantes para Sainz. La comunicación escrita con Arquímedes Kastos desde la ciudad de México y Athanasio Bustamante desde París -personalidades basadas n el sociólogo Gabriel Careaga y el escritor Jorge Aguilar Mora respectivamente- significa un apoyo y un ánimo para él en su aislamiento extranjero. Las numerosas cartas amplifican el retrato autobiográfico; el lector tiene acceso a importante información ofrecida por fuentes fuera de la persona. Sainz confirma la significancia vital d estas cartas: "formaban un todo uniforme con su vida”(365).

A la salud de la serpiente, bien se le llama novela o “proyecto narrativo”, explora territorios no privilegiados dentro del terreno de la autobiografía. Pero es mucho más que eso, como Webster lo define, “una autobiografía de uno mismo, narrado por uno mismo”. Es un texto postmodernista con un tema fragmentado, en una forma ecléctica, y con elementos reflexivos. La obra reescribe la historia al centrarse en un año de la vida del autor. Mas aún, ofrece un examen íntimo del proceso creativo, tanto en teoría como en practica. Sainz discute los aspectos prácticos de escribir una novela (los problemas a los que él se enfrenta cuando está trabajando en Obsesivos días circulares, por ejemplo) y describe los procedimientos y métodos que él emplea. También revela su propósito y razones para escribir. A la salud de la serpiente contiene tratados sobre la condición del arte y de algunas de sus ramificaciones. Dirigiéndose a su propia creación artística, Sainz articula su ars poetica y confiesa su fascinación con el poder del lenguaje, mostrando su propio texto como un ejemplo de lo que él defiende. La estructura multifacética que he descrito, deshechas las fronteras lingüísticas, una focalización variable, dimensiones temporales cambiantes, le permiten a Gustavo Sainz reflexionar cuidadosamente en A la salud de la serpiente sobre la heterogeneidad de su propio yo autobiográfico.

1 Stephen A. Shapiro trata esta falta de atención en su artículo “The Dark Continent of Literature: Autobiography”.
2 Robert Elbaz reconoce las Antimemorias de Malaraux como una nueva forma dentro de la tradición autobiográfica que “transgiere los principios básicos de la tradición autobiográfica”.
3 El concepto de “soberanía” del autor se ve atacado principalmente por Michel Foucault en “What is an Author?”.
4 William L. Howarth identifica la autobiografía como una expresión de la vida y al mismo tiempo como una obra de arte, y defiende que cuando el escritor escribe su propia historia “artísticamente define, restringe, o moldea esa vida en un autorretrato – que es muy diferente del modelo original: se parece a la vida real pero esta compuesto y ajustado según la invención artística” (86).
5 El autor utiliza este termino descriptivo en la dedicatoria de su libro.
6 A menos que se diga lo contrario en el texto, el nombre de “Gustavo Sainz” se refiere en este articulo al protagonista de A la Salud de la Serpiente.
7 En el Prefacio del libro a la Salud de la Serpiente se incluye un reconocimiento de del apoyo recibido de la Fundación Ford.
8 Citado en el ensayo de Olney: “Autobiography and the Cultural Moment: A Thematic, Historical, and Bibliographical Introduction” (18).
9 Gustavo Sainz, A la salud de la serpiente (74). De aquí en adelante todas las referencias a esta obra apareceran en el propio texto.
10 Parafraseado por Olney (19).
11 Estos cambios estilísticos “actuan como signos de vigilancia, cuidando la consciencia del escritor mismo, su identidad, para que no se mezcle en cualesquiera reglas de autoreferencia de las que él pueda estar al tanto, aunque solo sea subliminalmente al tiempo en que escribe” (Renza 287).
12 Naturalmente, las cartas pueden ser ficticias.
13 La verdadera identidad de Arquimedes Kastos, por ejemplo, se revela en la comparación de textos de A la salud de la serpiente con la autobiografia en Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos (61).
14 Paul Julian Smith identifica estos elementos como característicos de la expresión postmodernista (175).


El artículo se publicó originalmente en inglés bajo el título de "Re-Defining Autobiography: Gustavo Sainz's A la salud de la serpiente." Revista de estudios hispánicos 29 (1995): 139-151.

Traducción de Ana Sánchez

Obras citadas
Elbaz, Robert. The Changing Nature of the Self: A Critical Study of the Autobiographic Discourse. Iowa City: Iowa University Press, 1987.
Foucault, Michel. "What Is an Author." The Foucault Reader. Ed. Paul Rabinow. New York: Pantheon, 1984.
Gusdorf, Georges. "Conditions and Limits of Autobiography." Autobiography: Essays Theoretical and Critical. Ed. and trans. James Olney. Princeton: Princeton University Press, 1980. 28-48.
Howarth, William L. "Some Principles of Autobiography." Autobiography: Essays Theoretical and Critical. Ed. James Olney. Princeton: Princeton University Press, 1980. 84-114.
Mandel, Barret J. "Full of Life Now." Autobiography: Essays Theoretical and Critical. Ed. James Olney. Princeton: Princeton University Press, 1980. 49-72.
Molloy, Silvia. At Face Value: Autobiographical Writing in Spanish America. Cambridge: Cambridge University Press, 1991.
Olney, James. "Autobiography and the Cultural Moment: A Thematic, Historical, and Bibliographical Introduction." Autobiography: Essays Theoretical and Critical. Ed. James Olney. Princeton: Princeton University Press, 1980. 3-27.
Pilling, John. Autobiography and Imaginations: Studies in Self-Scrutiny. London: Routledge and Kegan Paul, 1981.
Renza, Louis A. "The Veto of the Imagination: A Theory of Autobiography." Autobiography: Essays Theoretical and Critical. Ed. James Olney. Princeton: Princeton University Press, 1980. 268-295.
Sainz, Gustavo. A la salud de la serpiente. México: Grijalbo, 1991.
____. Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos. México: Empresas Editoriales, 1966.
____. Obsesivos días circulares. México: Joaquín Mortiz, 1969.
Shapiro, Steven A. "The Dark Continent of Literature: Autobiography." Comparative Literature Studies 5 (1968): 421-454.
Smith, Paul Julian. The Hispanic Body. Oxford: Clarendon Press, 1989.
Starobinski, Jean. "The Style of Autobiography." Autobiography: Essays Theoretical and Critical. Ed. James Olney. Princeton: Princeton University Press, 1980. 73-83.

Gustavo Sainz: El novelista como un operador de los discursos

Por Evodio Escalante

"¿Qué es la literatura,? Un mustang sin problemas de estacionamiento.”
Gustavo Sainz

Lo primero que surge durante la lectura de A la salud de la serpiente (México: Grijalbo, 1991) de Gustavo Sainz, es la pregunta por el género: ¿Es esto una novela? Claro que no, es mucho más que éso. Es un espléndido retrato generacional, es un mantra liberador y acerca de la liberación, es una reflexión acerca del arte del siglo XX, es un ajuste de cuentas con la llamada novela de la onda, es el primer texto totalizante acerca del movimiento del ’68 que funciona por sí mismo, sin necesidad de andaderas; es un retrato del artista como perro joven, es un collage discursivo que pone a prueba la noción de autor, es una bomba de tiempo colocada en las entretelas del sistema, es un monumento erigido a la presencia ubicua de Jorge Luis Borges y otras personalidades que lo acompañan, es una novela (sexual) amorosa, es una carta de amor para los cuates de hoy y de siempre, es una denuncia del aparato político mexicano, es una evocación de Octavio Paz, José Revueltas y Carlos Fuentes en su momento de mayor gloria: cuando eran los líderes espirituales de un amplio movimiento de rebelión juvenil. Pero cualquier intento de inventario está condenado a quedarse corto. A hacer corto circuito, mejor: a hacerse circuito corto. El texto de Sainz chisporrotea y escapa a los inventarios. Es un sentido homenaje a James Joyce, es una demostración de que también se puede escribir con las tijeras (y con un poco de pritt), es una celebración de la juventud, es un sonoro escupitajo sobre la idea de nacionalismo, es una glorificación del cine como arte de nuestro tiempo, es una aventura a fondo de los terrenos de la vanguardia. ¿Necesito agregar algo?

No todos los días aparece un garbanzo de a libra. A la salud de la serpiente es, para mí, un garbanzo de a libra, tanto más valioso en cuanto menos previsible. Cuando uno pensaba que el ’68, al menos en la literatura, se había quedado pasmado, surge este texto que incorpora con naturalidad, como parte de su propia respiración, la rebelión juvenil de esa década. Si dejamos de lado a David Martín del Campo con Esta tierra del amor y a Agustín Ramos con Al cielo por asalto, se diría que toda una generación de novelistas fracasó con la papa caliente del ’68. Palinuro de México, que es un libro extraordinario de un narrador idem, mete con calzador los sucesos de Tlatelolco, y por supuesto, en ese punto no convence. Si muero lejos de ti, de Jorge Aguilar Mora, intentaba un procedimiento oblicuo: contar el 68 desde la perspectiva de una banda de halcones, con una enana afásica de por medio, con resultados que a la distancia se antojan pírricos. Fue necesario esperar 20 años para que el movimiento del 68 nos entregara, por fin, y por este conducto, una obra maestra. Un libro realmente imprescindible.

La noción de novela y la de autor, las dos juntas, estallan con este nuevo libro de Sainz. Ni la novela es más novela ni el autor es más autor. He aquí lo interesante del asunto. Sainz nos entrega con este libro lo que a mí me gustaría llamar un vehículo narrativo, un vehículo que impone sus reglas de viaje a los lectores, y que más que proponer una estancia o una habitación, lo que receta es un viaje en un tobogán que pasa por mil lugares sin hacer escala en ninguno, ejemplo de una movilidad pura que enhechiza al lector y que virtualmente podría continuar hasta el infinito. Por otro lado, periclitada la imagen romántica del autor como un inspirado o un poseído por las musas, oxidado el concepto de la originalidad creadora, Sainz se revela en este texto ni más ni menos que como un conductor. Por un lado, es el conductor del vehículo narrativo: él ha invitado al viaje y ha fijado el itinerario; por otro, también es conductor en el sentido que adopta el término en la electrónica: un cierto material cuya función es dejar pasar. Como una parabólica, Sainz detecta todos los discursos, los pone en lista de espera, y luego los deja fluir. Los conduce del limbo estratosférico en que se encontraban, algún oscuro rincón del tiempo, y los trae hasta nuestra azorada pantalla de espectadores mudos, sin palabras.

Sainz o el operador de los discursos. A la salud de la serpiente tiene una estructura específica en la que es necesario reparar. Cada capítulo está formado por tres sectores delimitables sin mayor problema: a) Por un discurso ajeno, tomado de los periódicos; b) Por un monólogo del narrador, quien siempre se refiere a sí mismo usando la tercera persona del singular; y c) Por una vuelta del discurso ajeno, integrado esta vez con cartas de los amigos. El discurso de los otros, sea el de la prosa periodística, sea el de esas cartas de los cuates, enmarca y sitúa, por decirlo así, el discurso del narrador. Primer síntoma de una crisis yoística. La palabra la tienen los otros. El autor no es de ningún modo un comienzo, un incipit de la textualidad, sino acaso su eslabón último y provisional.

Pero, bien visto, también los monólogos del narrador están trabados, desde adentro, por el discurso ajeno. El discurso de Sainz, en efecto, rebosa de citas textuales y no textuales, entrecomilladas y no entrecomilladas. Trozos de canciones, fragmentos de novelas, citas de Paz o de Fuentes, poemas completos (a veces en otro idioma), intervenciones en italiano, portugués, inglés, francés instrucciones de los aviones FASTEN SEAT BELTS entreveradas dentro del ritmo de la prosa, poemas de protesta VIET SOUL/VIET CONG, lemas o consignas de la rebelión juvenil durante la década de referencia, capitulares de los periódicos, los gritos de la multitud en un concierto de Morrison, la voz estentórea del mismo Morrison diciendo I WANT TO KILL YOU FATHER, impresionantes listas de películas o de novelas, referencias a otros libros del propio Gustavo Sainz, frases de Borges convertidas en monedas del saber generacional. El texto se convierte en un prodigioso tejido intertextual. Todos los discursos están disponibles, a la mano. Chin chin para el que no sepa cómo apropiárselos. Cómo incorporárselos. El operador de este texto se los ha devorado todos sin ningún conflicto con el súper yo. Es decir: sin sentimientos de culpa.

No sería extraño, dentro de la campana del escándalo en la que se ha metido desde hace tiempo Sainz, que esta peculiar disposición textual le traiga problemas con sus colegas escritores. ¿Quién tiene el copyright en efecto de una carta de Fuentes? ¿Es que la carta es del destinatario y él puede hacer con ella lo que quiera, incorporarla, por ejemplo, a la novela que está escribiendo? ¿Puede volver asunto literario, y por lo tanto, poner a la vista de todos lo que era intimidad, correspondencia de persona a persona? ¿Qué dirán Gabriel Careaga y Jorge Aguilar Mora, otros de los signatarios adivinables tras los pseudónimos de Kastos y Athanasio Bustamante? ¿Se reconocerán en esos textos? ¿No tendrían alguna reclamación sobre las regalías?

No menciono lo anterior para buscarle problemas a Sainz, sino para indicar los límites de su audacia. Todo lo sabemos entre todos, decía Reyes. Todo lo hacemos entre todos, podría enmendar Gustavo. Las nuevas formas literarias, creo, están muy por encima de cualquier preocupación de tipo legalista. Sainz hizo bien en saquear cuanto texto le pareció saqueable. En literatura, los resultados son los que cuentan. La verdadera legitimación se finca ahí, y sólo ahí. Asumiéndose menos como un autor que como un operario de los discursos, menos como un iluminado que como un ensamblador, Gustavo Sainz ha logrado tejer un texto impresionante, un texto que seduce por su pluralidad y por su potencia, por su fidelidad a los tiempos así como por su capacidad para adulterar y para poner a su servicio el infinito de los discursos.

El hecho de que cada capítulo se abra con textos tomados de los periódicos le otorga, además, una interesante dimensión sociológica a su libro. Sociológica y autorreferencial, si lo puedo decir así. Resulta que Sainz inserta con el nombre y la fecha de un periódico fronterizo (El mexicano, La voz de la frontera, Sol del valle) los dimes y diretes que se originaron cuando un profesor de preparatoria dio a leer a sus alumnos una novela “inmunda, obscena, llamada Gazapo,” escrita por un redomado lépero de la hez metropolitana que respondió al nombre de Gustavo Sainz y murió en 1940. A partir de este discurso ajeno, manipulado o no, inventado o no, Sainz explora un doble dispositivo. El primero de ellos, histórico-generacional, detecta los efectos de la literatura de la onda en un sector de la sociedad mexicana de la época. No es que Sainz necesite teorizar acerca de esta novelística. Le basta con mostrar las ronchas que produjo. He aquí un indicador sociológico de primera importancia. No sé si esto ya lo haya adelantado alguien, pero creo que la estrategia narrativa de Sainz estimula la conclusión: la aparición de la llamada novela de la onda es paralela o concomitante con el surgimiento de lo que había de ser la rebelión juvenil contra el sistema político mexicano.

La novela de la onda implica, de hecho, una verdadera revolución lingüística. Consiste en rescatar y en valorar, en cuanto literatura, una jerga que carecía de prestigio y legitimidad. Plebeya y muy acá, la subversión encabezada por Agustín y Sainz alcanza con A la salud de la serpiente una consagración sin precedentes. Se vuelve ella misma objeto de reflexión literaria. Como que ya es parte de nuestra historia.

El otro dispositivo es puramente narrativo. Sainz usará cada vez algún fragmento del discurso exógeno para referirse a su propia persona. Sabotea, con este recurso, el indudable egocentrismo de su relato. Durante el primer capítulo, por ejemplo, para referirse a sí mismo, el narrador empleará la fórmula el redomado lépero de la hez metropolitana. En otra parte dirá el inmundo y multiplicado, el autor de turbios y repugnantes tratados de bellaquería. En otra el autor del libro de marras, a quien se había hecho una propaganda mejor que a la cocacola, o bien el Príncipe de los gandules cien por cientos Irresponsables de sus actos, Informales y que no merecían confianza ni respeto. Técnica de distanciamiento, se diría evocando a Brecht, y que le funciona a la maravilla como una suerte de mecanismo multiplicador. Sainz es y no es Sainz. Es él mismo y es el otro: el que ven los demás. El que se ve a sí mismo como un otro acomodado precariamente entre los demás. Paranoia y esquizofrenia. Cercanía y alejamiento. Endogamia y tabú del incesto. Es como si Sainz, el cinéfilo, estuviera provisto con un zoom de la palabra, y que lo usara a capricho, pero siempre de modo calculado.

Cuando el procedimiento está a punto de volverse estereotipo, Sainz cambia las reglas del juego y elimina las entradas periodísticas. La literatura, ese mustang sin problemas de estacionamiento, de parqueo, como dirían en el Norte, se mueve como quiere y por donde quiere. Con A la salud de la serpiente, Sainz ha conseguido para sí y para nosotros, sus lectores, un texto libérrimo, un vehículo que transita ad libitum, sin hacer caso de señalamientos o restricciones de tránsito. Sainz rompe la camisa de fuerza de la novela y nos descubre un fascinante universo discursivo del que no dan ganas de bajarse nunca. ¿Libérrimo? Sí, libérrimo, lo que no quiere decir que carezca de estructura o de planeación. La mejor libertad, quizás, es la que el artista calcula poniendo el ojo en los resultados. El artista, pues, tiene que ser el visionario de su propia obra. Tiene que poseer ese don de ver hacia adelante, un poco más allá, tal vez, y de adelantarse así a las reacciones del lector, al que ha de tener en un puño. Con este texto, Gustavo Sainz ha demostrado que lo tiene.

A la salud de la serpiente, a la salud de esa víbora que se muerde la cola: México, el lugar del que ya te conté. Enhorabuena. Otra vez: enhorabuena. Que se repita.

Este artículo se publicó en Sábado (suplemento cultural de Unomásuno) el 11 de mayo de 1991.